To’ este jaleo pa’ 10 minutos

Sí, señores, 5 meses soñando con el maldito espectáculo, horarios de trabajo inhumanos, estress, llantos y depresiones y todo para 10 minutos de ceremonia. Preguntarse si ha merecido la pena es inevitable, pero a pesar de todo la respuesta es clara, sí. Sí, por muchas cosas, pero sí sobre todo por esto;

Voluntarios al final del espectáculo. Llamadme cursi. Foto El País.

Para los que no lo pudieron ver en directo dejo el vídeo, en polaco y de una calidad discutible pero es lo que hay, y algunas fotos.

Ensayo General. Foto Filmmaster. Luca Parisse.

Ensayo General. Foto Filmmaster. Luca Parisse.

Ensayo General. Foto Filmmaster. Luca Parisse.

Ensayo General. Foto Filmmaster. Luca Parisse.

Trotolle. Foto El País.

UEFA EURO 2012. Foto El País.

Clave de Sol. Foto El País.

Vivir en un estadio. Capítulo I: «The pitch is stressed»

Un estadio de fútbol es como un gran palacio. Todo cabe dentro de sus largos  y siniestros pasillos. Enfermería, restaurante, camerinos, oficinas, vestuarios, salas de prensa, cables, muchos cables y sobre todo miles de rincones para esconderse.

Pero en el estadio nacional de Varsovia, donde en pocos días se inaugura la Eurocopa de 2012 y donde vivo recluída desde hace 2 semanas, los reyes no son los futbolistas, no somos nosotros, no es la prensa ni la televisión, no son los banquillos, custodiados por señores de seguridad, y ni siquiera lo son las porterías, aunque estas estén encerradas en una habitación especial con seguridad y todos los días vengan unos señores a ver como están.

El rey de este gran palacio es el césped. El césped marca todo lo que pasa aquí dentro. Tiene unos cuidadores ingleses con barriga y bigote, como buenos ingleses, que todos los días se arrodillan y con unas técnicas tecnológicas y muy especializadas, lo huelen, lo tocan, miden el color, la frescura y no sé cuantas cosas más. Hay días en que estos señores deciden que «the pitch is too stressed» y entonces todo se paraliza. Ese día se cancelan los ensayos, se cierra el techo del estadio y todos ponen cara de estar muy preocupados.

Para que al césped se le pase el estres, los cuidadores barrigones ingleses le ponen unas especies de lámparas de rayos X gigantes, no se sabe muy bien si son para que crezca, para que se ponga más verde o para que se seque. La cuestión es que las lámparas consiguen que se le pase todo el estres y todos contentos, aunque si los cambios de humor del señor cesped nos cuestan a todos grandes dolores de cabezas.

– 3 días

Las polacas son el futuro

Esta mañana durante la hora de la comida he decidido tener un momento de autismo total. He salido sola, sin móvil y sin ordenador. Solo mi monedero, un cuaderno y yo misma con mi mecanismo. El plan, meditar sobre lo divino y lo humano, relajarme y olvidarme de jefes, ensayos, vestuario y proveedores e intentar responderme a la pregunta del millón, «¿quién me manda meterme en estos fregaos?»

Plan fallido. Ha sido sentarme y que empezaran a entrar polacas estupendas por la puerta. Así que he tenido que dedicarme a lo que mejor se me da en esta vida, el turismo antropológico, (cierto es, he tenido a la mejor maestra del mundo, mi madre)

Y es que las polacas son maravillosas. Rompamos el mito de polacas rubias y de metro ochenta, que las hay, pero también las hay bajitas, morenas, castañas y pelirrojas, con pecas, con los ojos verdes, azules y hasta marrones. No son la típicas mujeres que se te vienen en mente cuando piensas en las mujeres de esta parte de Europa, pero no importa, porque es muy difícil encontrar alguna que no te llame la atención. Son todas dulces, tienen un cutis perfectos, unos ojos expresivos y sí, algunas también tienen unas piernas de escándalo.

Desde que estoy aquí es exagerado la cantidad de extranjeros que he conocido casados con polacas. No me extraña, yo también me casaría, pero extranjeras casadas con polacos… eso ya es otra cuestión.

Total, que entre que los polacos no son nada del otro mundo y que las polacas son estupendas, en este país es la mar de difícil ligar, ni siquiera con dos botellas de vodka encima ;(.

Muzeum tecniki, Warszawa

Varsovia está llena de reliquias de los años 50 y el museo de la tecnología es una de ellas. Está en el Palacio de la Ciencia y la Cultura, ese edificio que la URSS regaló a Polonia en los años 50 y con el que los polacos tienen una fuerte relación de amor-odio.

Entrar en él es tele trasportarse directamente al 1955, año en el que se inauguró, porque tal como se abrió, así se quedó. Es el clásico museo que podría encabezar la lista de “los museos peor organizados del mundo”. Es un laberinto, no tiene luz, los vigilantes no hablan inglés (al menos los que estaban despiertos no lo hablaban) y, por supuesto, no hay ni un solo cartel explicativo. Pero nada de esto importa porque es justamente lo que le da su toque especial.

Y dentro de todo este ambiente  rancio y medio soviético, de repente y de la nada, así, abandonadas de la mano de Dios y  debajo de una escalera te encuentras esto;

Diré solo que cuando he vuelto a la oficina me han preguntado si me había drogado. 😉 😉

Un rayo de sol Uooo

Sí, parecía que no pero en Varsovia también existe la primavera.

Esta semana hemos llegado a los 29 grados y los polacos se han soltado la melena y como si de agosto sevillano se tratara han sacado todo su armario veraniego, porque aquí viven sin término medio, o te hielas o te asas.

Mini faldas, sandalias y camisetas de tirantes. La ciudad se paraliza, los parques se llenan, los nietos sacan a pasear a sus abuelos, el amor y la cursilería se respiran en el aire y la gente hace barbacoas en medio de la calle.

Y ¿por qué tanto estress? Pues porque, señores, en Polonia el tiempo te da las alegrías con cuentagotas y ellos lo saben, así que hay que aprovecharlas. Pero no os preocupéis, la semana que viene volvemos a la lluvia y a los 15 grados.

Polacos que disfrutan de la primavera.

Primavera polaca en todo su esplendor.

Irenka y su barbacoa.

Abandoned Konarski

No está abandonado pero casi. El Konarski es un instituto de secundaria que ha sobrevivido a todas las inclemencias del tiempo y a todos los varapalos de la historia. El edificio donde se dan las clases tiene ese olor a Este que le da un toque de misterio y que te hace pensar que estás paseando por un pedazo de historia.

Puede pasarte de todo entre sus paredes, rozando incluso lo surreal, tanto que Mariusz y yo soñamos con la idea de colocar una cámara oculta en alguno de sus rincones para después poder publicar un documental.

El despacho de la secretaria está decorado cual casa de los años 60 con manteles de puntilla en colores pastel. Ella, una señora bajita y regordeta te recibe ofreciéndote bizcocho casero. El portero, un señor del que nadie sabe su verdadero nombre, recorre el centro en pantuflas mazo de llaves en mano, come platos gigantes de cochinillo al horno y no es raro encontrarlo echándose cabezadas a la sombra cuando el sol aprieta. Reconozco que fantaseo con la idea de que ambos, secretaria y portero, tengan una affaire secreto y se encuentren en los descansos en alguna de las clases vacías del konarski.

Con una zona verde como un campo de fútbol de grande, se ha convertido en nuestro lugar de ensayos y con ello en mi nueva casa. Pero lo mejor de todo el Konarski es su almacén gigante. Su descubrimiento fue como abrir un baúl de los recuerdos. Lleno de polvo daba la impresión de que el tiempo se hubiera parado y de que nadie lo hubiese abierto en años, como si sus últimos habitantes hubieran salido corriendo, cajas de metal, carretes de fotos antiguas, libros de fotos en blanco y negro… Una maravilla que hubiera hecho las delicias de más de uno. (Había fotos de todos nosotros descubriendo los tesoros pero un día mi ordenador decidió comérselas)

Midnight in Warsaw

Si Woody Allen hubiera cambiado el escenario de su última película y la hubiera rodado en Varsovia, Gil Penderse habría paseado por los cafés más bohemios de la ciudad, bailado con las damas más elegantes y sobre todo habría bebido mucho vodka.

«Antes de la Segunda Guerra Mundial, el vodka era para los polacos como el expresso para los italianos» Pawel Gorczyca, Director de J.A Baczewski.

Y este señor se quedaba corto. El vodka es para los polacos la manifestación de todas las alegrías y el remedio a todos sus males. Es tu cumpleaños, bebamos vodka, te acaban de contratar, bebamos vodka, te casas, bebamos vodka, te duele la cabeza, bebe vodka, estás cansado, bebe vodka, te estás resfriando, bebe vodka, estás triste, bebe vodka, te pica un pie…bebe vodka.

Pero es además el método nacional para medir tu nivel de polacolismo en vena. Si resistes a una juerga sin morir en el intento te puedes considerar un buen polaco. Pero no es fácil conseguirlo, he aquí las reglas de todo buen bebedor de vodka:

– El vodka se bebe a tragos, nada de a buchitos

– Después de un trago cómete un buen pepinillo o unas sardinas en escabeche. Neutraliza el alcohol.

– El agua nunca está de más.

– Beber menos de tres no está bien visto pero a partir de ahí te puedes quitar del medio con mucha diplomacia, quedarás la mar de bien y tu cuerpo no se resentirá al día siguiente.

Marcin enseñándome a beber vodka polaco. Todas sus lecciones sirvieron de poco, mi resaca al día siguiente era monumental. Eso sí, ese día hablaba polaco como el mismísimo Kapuscinski.

Na zdrowie!

Fake palm tree

Son las 2 de la noche, sales de un bar en Varsovia y te encuentras esto:

Una palmera de 15 metros. De repente todas tus alertas se activan y empiezas a pensar en si algo de lo que has comido te ha sentado mal. ¿A lo mejor el vino? o ¿serán los efectos del maldito vodka polaco?, juro que yo no he fumado nada.

Con cara descompuesta miras a tus acompañantes polacos que ya tienen que estar más que acostumbrados porque ante tu cara de estupor ellos responden con toda naturalidad «tak,tak. It is a palm tree!» Sí, señores en un país en el que se llega a los -30 grados y la nieve te llega a las rodillas tú te puedes encontrar una palmera, así con toda la tranquilidad del mundo.

Y es que resulta que un día a Joanna Rajkowska, una artista contemporánea polaca se le ocurrió instalar esta palmera artificial y gigante en todo el centro de la ciudad. La palmera debía haber estado ahí por un año, el tiempo que duraba la exposición organizada por el centro de arte contemporáneo de Varsovia, y pretendía acercar el escenario de Israel a Varsovia, pero durante ese año se convirtió en un símbolo de la ciudad y ahí se quedo para sorprender a turistas no polacos.

Sobrevivir a un fin de semana de casting

Llevo dos fines de semana que ni en los mejores sueños de Risto Mejide y todos sus colegas juntos. Los fines de semana de castings son como vivir en tu propio reality show, solo que sin famoseo ni premio suculento de por medio pero adolescentes nerviosos, coreógrafos, música y bailarines tenemos para dar y regalar.

En estos días habré podido medir a unas 800 personas, (y las que me quedan) lo que me ha causado un verdadero trauma. ¿Qué narices comen los niños de la generación del 90? No hay uno de menos de metro setenta y las niñas aparentan todas 25 años. No sé que les dan sus padres para desayunar pero lo que está claro es que a ellos no les daban 2 le debían dar 72 porque sino no me lo explico.

Eso sí, mi polaco mejora a pasos gigantescos. Soy capaz de preguntar el número de pie y lo que es mejor, entiendo la respuesta. No sé contar del 1 al 10 pero del 35 al 42 me los sé todos. He desarrollado una tremenda capacidad para medir a la gente a ojo y no hay pectoral que se me resista. Eso sí, aún no he sido capaz de aprenderme la coreografía, pero todo se andará.

Asia y Giulia, no hay medida que se les resista.

Esa coreografía que nunca me aprenderé

El pre casting

A todo el cast-team. Nico, Irene, Asia, Giulia, Marcin, Patty, Pawel, Martin, Andrea y Michal o lo que es lo mismo, 2 bitches, un unicornio, bamby, Clark Klein, el oso yogi y terminator.

Polonia o el drama de encontrar una moka

Llegar a Polonia esperando recibir a un grupo de unos 30 italianos y descubrir que en las casas lo más parecido a una cafetera es un calentador de agua y que cuando te ofrecen un café se están refiriendo en realidad al café soluble es verdaderamente un drama.

Es un drama para cualquier italiano, (para los que todavía no sepan lo que significa el café para un italiano, ver aquí C come Caffè) pero sobre todo es un drama para la logística, que además de preocuparse por firmar contratos en polaco, comprar sábanas, platos y todo tipo de utensilios de cocina… debe recorrerse Varsovia en busca de una moka, imprescindible para todo italiano que se precie.

Encontrar una moka en Polonia es como encontrar una aguja en un pajar. Así que ahí estaban la Corelli y una servidora, decididas a cumplir la misión recorriéndose toda la ciudad en busca de tan preciado bien. Todos los centros comerciales existentes, todas sus secciones, pero la moka no aparecía. Todo nos indicaba a pensar que existían, pues los centros comerciales estaban llenos de paquetes de café, pero por más que lo buscábamos la moka no aparecía.

El gran día se acercaba, cada vez quedaba menos para la llegada del resto del grupo, así que la misión se volvía más y más complicada. Ya teníamos bastante con enfrentarnos al jefe todos los días como para tener que enfrentarnos a 30 italianos enfurecidos porque no podían desayunar por las mañanas.

Pero los milagros existen y finalmente, un carrefour gigante nos salvó de la muerte en el último momento. Tanto es así que la noche terminó como nos gusta a nosotros terminar las grandes misiones.