4ºpiano

Me he dado cuenta de que llevo casi siete meses aquí y nunca he hablado de mi casa, de mi cuarto piso sin ascensor y con escaleras empinadas que te hacen odiar el mundo cuando vuelves del Lidl cargada de maletas, (sí, de maletas, porque eso es lo que llevo a hacer la compra, una maleta gigante con ruedas)

Mi casa es pequeña, muy pequeña, no tenemos salón, pero hay un sofá que mira hacia el horno, es muy divertido ver como el queso se va fundiendo poco a poco cuando Paolo cocina pizza, (casera) o pasta al forno. También me sirve para cumplir mejor mi función en la cocina, darle conversación al cocinero y servir la birra.

Nuestro "salón"

Nuestro «salón»

Desde mi habitación, cuando no hay niebla, se ven los Alpes. Sino, se ve la buhardilla de mis vecinos de enfrente. Una pareja de ancianos entrañables. Él, los días que hace calor, (esos extraños días) se asoma a la ventana en camiseta interior de tirantes, ella siempre cocina un estofado cuyo olorcillo llega a mi ventana y me hace gritar, «Paolo, cosa si pranza, oggi?»

Mi ventana, y la buhardilla de mis vecinos.

Mi ventana, y la buhardilla de mis vecinos.

Del resto de vecinos sabemos más bien poco, sólo lo que podemos intuir cuando nos asomamos a nuestro patio interior con vistas. Ahí vive Marta. De Marta no sabemos mucho, pero nos gustaría, porque es una mujer que nos intriga profundamente. Tiene 21 años y estudia Historia del Arte, o eso dice. Si te encuentras a Marta en las escaleras olvídate de llegar a tiempo a tu cita, porque te bloquea entre el tercero y el segundo y te da conversación durante un cuarto de hora. Si le pides un poco de harina te da un paquete y si ella te pide un limón, al día siguiente te devuelve cinco. Marta tiene un gato y de vez en cuando se la oye decir «Ma stai zitto che non sei un cane!» No entendemos muy bien porque le dice eso al pobre gato. Marta una vez nos dio su número de teléfono para que la llamáramos para tomar un café. Nunca lo hemos hecho, hay algo en ella que nos intriga aunque ninguno de los cuatro (incluyendo a Alba) sabemos decir que es.

Nuestro patio interior, también conocido como el balcón del cotilleo.

Nuestro patio interior, también conocido como el balcón del cotilleo.

En Principe Amedeo siempre hay visita y no necesariamente humana. Rigoberta, una de esas arañas gigantescas estuvo viviendo en mi habitación un mes entero. Al principio me daba mal rollo, pero luego descubrí que me ayudaba a combatir la plaga de mosquitos que todas las noches deciden darse un garbeo por mi habitación, así que la dejé convivir conmigo y me acostumbré a sus manías. Por la mañana al rincón, por la noche a la caza de los mosquitos cerca de la luz. Nuestra relación iba viento en popa a toda vela hasta que se  trajo a su novio y eso me pareció demasiado. Así que mandé a Rigoberta y a su novio Eduardo a paseo. En mi decisión influyó que cada día la veía más gorda y empezó a entrarme la paranoia de que un día sería lo suficientemente gorda para no querer más mosquitos y comerme a mí.

Lo nuestro es una familia en perfecta armonía. Paolo cocina, Chiara hace los postres y yo… bueno, yo les doy conversación mientras ellos hacen todas esas cosas. Nuestra felicidad es completada por Tortuga, nuestra mascota. Ella no opina pero nos sonríe y se mueve al son del viento.

Tortuga

Tortuga

A Alba, te echamos de menos.

5 pensamientos en “4ºpiano

  1. ahahahah con este ultimo me hiciste reir como un boludo delante de la pc!!ahahaha
    ci vedremmo pronto bella mmm mi intriga tu vecina tambien!!!ahahaha baci

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